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La Alegría de lo Totalmente Novedoso


Por : María Teresa Camacho


La Exhortación Apostólica, La Alegría del Evangelio,- Evangelii Gaudium- del Papa Francisco es un bálsamo en medio de la aridez de este mundo y, a su vez, un manjar para saborear nuevamente la hondura del significado bíblico de la alegría, que está directamente relacionada con el gozo infinito que se experimenta cuando se es salvado por el amadísimo señor Jesucristo.


El Papa Francisco en una de sus páginas afirma que la alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto, no sin advertir, que conlleva la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar de nuevo, siempre más allá.

En este contexto deseo respetuosa, pero analítica y críticamente, enmarcar los diálogos de paz de la Habana, que han dado de qué hablar, discurrir, disentir y escribir.


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Si el Papa se refiere a la alegría como signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando frutos que contienen una dinámica del éxodo y del don, tendría que decir que la mayoría de los gestos expresados en dicha mesa negociadora dan más la sensación de ser gestos de involución por sus efectos. El éxodo, desde la perspectiva bíblica, significa salir hacia un lugar desconocido desde uno conocido para dejar atrás lo ahí vivido. En el marco de la mesa negociadora del gobierno y de las FARC, sería dejar atrás la praxis que valida todas las expresiones de muerte para dirigirse a una verdadera liberación. En ese punto ubicaría el don como donación de lo caduco para incursionar por novedosas y honestas sendas, no para beneficio propio, sino para el de la comunidad en su totalidad.


En cuanto al “salir de sí” tiene unas implicaciones profundas que exigen “levantar los ojos al cielo” y clamar perdón, como aquel hijo pródigo de la parábola (Lc 15,11-32) que entrando en sí, decidió retornar a la casa paterna para implorar perdón. En el abrazo misericordioso del padre sintió que su vida giraba categóricamente y que al recobrar su señorío de hijo amado, debía actuar consecuentemente.

Esa experiencia del perdón divino, que no tiene comparación, lleva al ser humano transformado por Dios a caminar y sembrar de nuevo, pero con unas nuevas herramientas que implican nuevas motivaciones, intenciones y pretensiones y nuevos ideales purificados por la maravillosa vivencia de sentirse amado y perdonado, no sólo por el bondadoso Dios, sino por una sociedad agobiada y doliente, pues de lo contrario, las cosechas seguirán contaminadas y conservarán el olor de la sangre derramada durante tantas décadas.


El “siempre más allá” expresado por el Papa Francisco, en este contexto de los diálogos de paz de la Habana, quisiera interpretarlo afirmando que la paz política está a años luz de la paz real tejida en los corazones de los seres humanos por el Dios de la vida, que sí revoluciona y transforma la existencia humana porque es capaz de sanar con su Santo Espíritu las heridas entre la víctima y el victimario. Y además, los sitúa frente a frente para que se amen de verdad como hermanos y hermanas. Si no se da esta revolución, seguiremos propiciando un genocidio emocional, cuyos efectos son mortíferos, porque continuaremos en las viejas prácticas, contemplando al “prójimo” como nuestro real enemigo.


Para finalizar, quisiera expresar mi rechazo categórico a la tan trillada frase: “Ese es el precio que hay que pagar para lograr la paz”, que significa a mi real saber y entender que acogemos cualquier propuesta, que incluye la decadencia moral y espiritual, por nuestra incapacidad de elevar a los seres humanos para que sean poco menos que ángeles porque nos acostumbramos a arrastrarnos como víboras, a quienes sí las determina su naturaleza.

Si el Dios del Antiguo Testamento cobijó a Caín después de expulsarlo del paraíso es sólo indicador de su eterna misericordia (Gn 4,14-15). Sin embargo, el Dios- Jesús del Nuevo Testamento perdona a la mujer adúltera y le hace una exigencia: “Vete y en adelante no peques más”. (Jn 7,53-8,1-11).


¿Cómo podríamos interpretar, entonces, los continuos gestos contradictorios de los negociadores de las FARC, que apoyados por una clase política de dudosa eticidad, persisten en andar por sendas viejas donde la invitación “salir de sí” se expresa más bien como un enfermizo ensimismamiento revestido de viejas prácticas inspiradas en ideologías que se pretenden novedosas, cuando en realidad, sorben de las aguas de la caducidad y cuyos efectos denotan anquilosamiento, contundentes intereses particulares, discursos sosos y repetitivos sobre la lucha de clases, que sólo alimentan el resentimiento, el odio y la animadversión entre congéneres y propuestas que no producen sino sospecha y, por ende, matan la alegría y la esperanza porque no son frutos de la nueva cosecha que comprende una nueva praxis, que exige perdón y verdadera reconciliación.


13 de mayo, 2014

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