UNA VOZ POR LOS INOCENTES
Una voz por los inocentes
Por: María Teresa Camacho
Estas líneas son tanto una reacción como un cuestionamiento consciente y permanente a las continuas decisiones tomadas mundialmente en torno al aborto, ya que me siguen conmoviendo porque está en juego la vida de un inocente.
Hay una posición explícita en sus planteamientos: la mujer tiene derecho a decidir- en algunas situaciones- si acoge o no al ser que lleva en sus entrañas. No pretendo en este espacio hacer un debate moral porque no soy teóloga moralista. Solo me limitaré a hacer unas preguntas que han surgido de mis reflexiones y de mi condición de mujer dentro de un contexto que cada día atropella la poca sensatez que nos queda a las mujeres y a los hombres,nuestros acompañantes.
Me pregunto en primer lugar ¿por qué hablamos tanto de derechos y tan poco de deberes? ¿Por qué validamos con tanta pasión el “derecho a decidir” y no meditamos el “sano deber de abstenerse”? ¿Nos hemos familiarizado tantocon el desenfreno sexual que nos parece concebible “dar licencia para suprimir” obviando toda responsabilidad? ¿Por qué la tan “revolucionaria” liberación femenina, que, irónicamente, en la práctica esclavizó más a las mujeres, respalda a aquéllas que “silencian” la voz del inocente en pro de “que al fin y al cabo es mi cuerpo y puedo hacer con él lo que quiera” ? ¿O será que para algunas exacerbadas feministas el verbo “abstenerse” les suena pío y mojigato, poco vanguardista y anquilosado? Y ¡qué no decir de la justificación que se les da a algunos “pobres” hombres para eximirlos de su paternidad responsable, alegando “¡que ante tanta seducción era imposible no sucumbir y, que por tanto, no tienen la culpa de la “novedad!”.
¡Lo grave de todo este asunto es que el más implicado, el bebé, es al que menos se le tiene en cuenta! Lo escandaloso es que este inocente no tiene voz ni voto y es la dolorosa víctima. Y, ¿quién aboga, entonces, por susderechos?
Debo aclarar a estas alturas de mi reflexión, que soy consciente de que no todo es blanco o negro. Que la vida es grisácea, es matizada, es compleja y, en muchas instancias, dramática. Reconozco que no toda mujer que lleva un hijo en sus entrañas ha sido fruto “de una noche de amor y de placer”. Muchas han sido violadas y ultrajadas, inclusive, por sus desalmados esposos o sus atrevidos padrastros. Pero, aún así, en el momento de una decisión radical, debe pensarse en la vida del inocente que reside confiadamente dentro del seno de su madre sin sospechar de una posible eliminación.
Por tal razón, qué dolor pensar que su propia madre lo silencia antes de que pueda balbucear: ¡mamá! ¡Qué dolor pensar que el “recinto” de su madre se convierte para él o ella en su propia tumba! ¡Qué dolor pensar que su propio padre, con un gesto dubitativo ante su posible paternidad, abandona a su madre y los lanza a los brazos de un trágico final!